Julius Fucik era inteligente, alegre y optimista. |
Recordar a Julius
Fucík, (1903-1943), periodista checo de origen judío, no es
simplemente un homenaje a su memoria; evocarlo hoy en toda su dimensión de comunista,
periodista y hombre de valor extraordinario es, sobre todo, compromiso y un
llamado de atención.
Cuando nos detenemos a repasar momentos de su vida y obra resulta
obligado reflexionar sobre el peligro que representan el fascismo y las guerras
injustas para los pueblos. Fucík legó a
la humanidad un mensaje que tiene plena vigencia en nuestros días: Hombres, os he amado. ¡Estad alertas!
Julius era un hombre excepcional, inteligente, alegre y optimista.
Soñaba con un futuro mejor y creía que el socialismo era la única opción para
lograrlo. Su oficio de periodista le sirvió como arma contra el fascismo
hitleriano y para defender al primer Estado de obreros, campesinos y soldados,
de la gran Revolución de Octubre. Como José Martí siempre mantuvo “el caballo
enjaezado, la fusta en la mano y la espuela en el talón” para combatir al
enemigo de los humildes y oprimidos.
Sus compañeros de lucha clandestina lo respetaban y querían. Pero, una
delación lo hizo caer en la cárcel de Pankrác –cuartel general de la GESTAPO de Praga- donde le
infligieron crueles torturas que lo
dejaban inconciente, al punto de no saber
en algunos momentos si estaba vivo o muerto.
Fue apresado la noche del 24 de abril de 1942. Desde entonces y hasta
su ejecución, el 8 de septiembre de 1943, cada minuto, cada hora, cada día de
su vida resultó un infierno que soportó sin delatar a uno solo de sus
camaradas.
El estoicismo demostrado ante las fieras encargadas de masacrar su
cuerpo para hacerlo hablar le hizo acreedor de la admiración, no solo de los
presos, sino también de algunos carceleros. Uno de ellos le facilitó papel y
lápiz para escribir sobre los horrores que presenciaban a diario en aquel
tenebroso lugar.
El guardián A. Kolínsky arriesgó su vida al sacar una a una aquellas
hojas: algunas quedaron en su poder, otras pasaron a manos amigas que las
ocultaron hasta 1945.
Gusta Fucikova, esposa de Julius Fucik. |
Tras la derrota de la
Alemania fascista, Gusta Fucíková
–esposa de Julius- fue liberada por los vencedores y regresa a Checoslovaquia.
Allí conoce la muerte de su marido y se entera de que Julius había estado
escribiendo en prisión. Poco después localiza a Kolínsky y recupera el material
disperso hasta reunir un texto escalofriante, testimonio y denuncia de un
hombre que no se doblegó ante las vejaciones y los castigos físicos.
Con el título de Reportaje
al pie de la horca se publicó ese mismo año el último libro de Julius
Fucík. En una de sus páginas aparecen estas palabras: “El breve tiempo que aún
me queda en la cárcel de Pankrác no me permite dar a este reportaje la forma
que debiera tener. Tengo que ser más breve. Mi reportaje constituirá el
testimonio de los hombres y no de toda
una época. Eso es, creo, lo más importante.”
Y a partir de ese momento comienza a describir las “figuras y furillas”
que ocupan un espacio en aquel escenario mortal. Entre las primeras, camaradas
de lucha y amigos; las segundas, asesinos, verdugos, marionetas del poder y
traidores. “¡Mira esos tipos! ¡Mira esas figurillas!... No han sido reunidos al
descuido. Son una parte del ejército político del nazismo. Los hombres
escogidos. Los apoyos del régimen. Los sostenes de su sociedad.”
Pero, también refleja su deseo de vivir, su amor infinito a la vida en
pasajes como este, que fue redactado después de una larga sesión de tortura:
Has
tardado mucho en llegar, muerte. Pese a todo, esperaba conocerte más tarde,
después de largos años. Esperaba vivir aún la vida de un hombre libre; poder
trabajar mucho, amar mucho, cantar mucho y recorrer el mundo. Precisamente
ahora, cuando llegaba a la madurez y disponía todavía de muchísimas fuerzas. Ya
no las tengo. Se me van agotando.
Amaba la vida y por su belleza marché al campo
de batalla. Hombres: os he amado. Fui feliz cuando no correspondíais a mi
cariño y sufrí cuando no me comprendíais. Que me perdonen aquellos a quienes
causé daño. Que me olviden aquellos a quienes procuré alegrías. Que la tristeza
jamás se una a mi nombre....¨
El 9 de junio escribió:
Ante mi celda hay colgado
un cinturón. Mi cinturón. La señal de la partida. Por la noche me llevarán al
Reich, al tribunal, y etcétera. El tiempo hambriento arranca los últimos
bocados del pequeño trozo de mi vida. Cuatrocientos once días en Pankrác que pasaron
con una rapidez increíble. ¿Cuántos me quedan todavía? ¿Dónde? ¿Y cómo?
Seguramente ya no tendré
ocasión de escribir. He aquí, pues, mi último testimonio. Un trozo de historia,
del que soy, sin duda, el último testigo vivo.
Consciente del próximo final, se apresura Julius a relatar hechos
trascendentes, tal y como los recordaba o como averiguó durante su estancia en
la cárcel había sucedido todo: la desintegración del Comité Central del Partido
Comunista de Checoslovaquia al ser apresados la mayoría de sus miembros en
febrero de 1941, la búsqueda de los camaradas que habían sobrevivido escondidos
por personas leales a la causa, el reencuentro, la reorganización de las tareas
y de nuevo la persecución, la muerte… la cárcel.
Julius Fucík pertenece a esa estirpe de Hombres, con mayúscula, que a
pesar de su desaparición física siguen siendo imprescindibles en la historia de
los pueblos. Por eso y por el valor de
su obra escrita, las organizaciones internacionales de periodistas declararon
el día de su ejecución, el 8 de septiembre, como el día de los hombres y
mujeres de prensa en el mundo.
Muchos nombres ilustres de
periodistas destacan entre los hombres que han sacrificado todo por el bien
común, por la libertad de su patria, entre ellos refulge el de Julius Fucík. Y
recordarlo cada septiembre debe significar un nuevo compromiso para los profesionales
de la prensa de hoy inspirados en su ejemplo y, sobre todo, un gesto de júbilo
y optimismo, así como él lo quería: “He vivido para la alegría y por la alegría
muero. Agravio e injusticia sería colocar sobre mi tumba un ángel de tristeza.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario