Raúl
Ferrer
Conocí a Raúl Ferrer el
primero de julio de 1991 durante la celebración de una Jornada Cucalambeana.
La imagen de aquel hombre mayor, pero lleno de vitalidad, entusiasmo y amor por
la poesía quedó grabada en mi memoria para siempre y guardo de aquellos gratos
momentos un libro dedicado por él: El retorno del maestro.
Para entonces Raúl había cumplido ya los 76 años; sin embargo,
impresionaba por su magnífica memoria para recitar las décimas que había
escrito durante años, resumen de una vida dedicada a la enseñanza y a la
poesía.
De la plática con el poeta emergían sin forzarlas las anécdotas y así
supe que comenzó a trabajar en una
cuadrilla de tuberos en el central Vitoria, en Yaguajay. Esta experiencia le
valió estrechar vínculos con la clase obrera, conocer sus inquietudes y
necesidades, además de familiarizarse con sus luchas y representarlos como
dirigente sindical.
Pero, con especial placer
hablaba Ferrer de su labor como maestro; recuerdo que sus ojos se iluminaban
cuando recordaba la escuelita del central Narcisa, donde se inició en esta
hermosa tarea de enseñar a los niños en el año 1937.
Su formación era
autodidacta, no obstante, su amor por la profesión le permitió descubrir métodos novedosos para llevar a sus alumnos
los conocimientos más diversos, desde las primeras letras hasta quiénes eran
los héroes de la patria: José Martí, Antonio Maceo, Frank País, por solo citar
algunos de los nombres que incluyó en los versos con los cuales enseñaba
historia en su aula.
Claro, el poeta no pudo
separarse del maestro, al contrario: Raúl encontró en las estrofas el principal
recurso para enseñar a los niños sin agobiarlos con largas peroratas. Y esos
versos, o al menos la mayoría, integran el libro El retorno del maestro.
Válido es imaginar cuánto
significaría la palabra del maestro en la pequeña escuelita, allí donde antes
nunca nadie se preocupó por enseñar a los hijos de campesinos.
La clase es una paloma
En la escuela de cristal.
En el mar sería la sal
y en la flor sería el
aroma.
Por la clase, limpio asoma
de los niños el lucero.
Darla bien es lo primero,
que ella resume el amor,
la vergüenza y el honor
del maestro verdadero!
Así era la clase del
maestro poeta Raúl Ferrer. En sus versos aparece descrita como lo más limpio y
puro, resumen de amor, dignidad, consagración.
Solo leyendo una y otra
vez los poemas reunidos en el citado libro llega uno a entender la dedicación
que puso Raúl en la enseñanza. Por sus páginas desfilan diferentes momentos de
su vida y todos están vinculados estrechamente a la profesión que eligió para
ganarse el pan, a la par que formaba hombres honrados e instruidos.
A su actividad docente
unió de manera indisoluble la creación poética y la lucha por defender los
derechos de los pobres y oprimidos. Por eso organizó la Federación Nacional
de Maestros Rurales en la que fue dirigente, desde el municipio a la provincia
y de esta al ejecutivo nacional.
Hasta el triunfo de la Revolución, el primero
de enero de 1959, Raúl desarrolló una ardua tarea como dirigente, a favor de la
unidad de los maestros y en defensa de la escuela pública. Desde su posición
como miembro del Comité Socialista de Maestros no dejó batalla por librar que creyera
útil para su objetivo supremo: llevar la luz del saber a cada rincón del país.
Su propósito se hizo
realidad con la llegada de los barbudos a La Habana. La Revolución traía la
esperanza a una patria nueva, enardecida por el júbilo de la victoria y
necesitada de hombres y mujeres capaces de llevar adelante el proceso de
cambios que había propuesto Fidel en uno de los postulados de La historia me
absolverá: la educación, derecho de todo el pueblo.
Estas circunstancias le
daban la oportunidad de contribuir con todo su tiempo y esfuerzo a llevar la instrucción
a miles de personas que antes se vieron privadas del estudio por ser pobres, obreros
o campesinos.
Su trayectoria como
dirigente en el sector le permitió ocupar importantes responsabilidades en el
Ministerio de Educación. En 1961 desarrolló un intenso trabajo en la Comisión Nacional
de Analfabetismo y participó en todos los actos en que se declaraban los Territorios
Libres de Analfabetismo de los diferentes municipios y provincias del país.
También participó en el
Congreso Constituyente del Sindicato Nacional de la Enseñanza que tuvo lugar
entre el 22 y el 24 de noviembre de 1961, en el Círculo Social Obrero
"Félix Elmuza". En ese evento resultó elegido como Secretario de
Organización.
Otras tareas que asumió
con igual seriedad, disciplina y sencillez fueron las de Asesor Nacional de la Educación
Obrero-Campesina y posteriormente la de Viceministro de
Educación. Dio seguimiento al proceso de alfabetización en todo el país, a la
superación obrero-campesina y a la batalla por el sexto y noveno grados.
En 1981 fue designado
Consejero Cultural en la
Embajada Cubana en la
URSS, y al regresar encabezó la Comisión Nacional
de Promoción de la Lectura.
Este derecho es de
nosotros!
Los que ayer no sabíamos
ni leer ni escribir.
Hay un filo cortando las
sombras y las vendas
Y sobre la cartilla se
pone Cuba a sonreír!
En la dura jornada
Salió de pronto el pueblo
a trabajar.
De puerta en puerta los
maestros.
Nadie se cansa de buscar.
Jóvenes estudiantes
Dejaron por millones sus
escuelas
y arrancaron al libro de
los campos
Una lección que nunca más
podrán los estudiantes
olvidar.
………………………………………………….
Nuestro el secreto de los
libros y los números,
Pondremos más victorias en
sazón,
Y seguiremos conversando
por la tarde
Con la sabia maestra
Que es la Revolución!
El retorno del maestro fue
publicado por la editorial
Gente Nueva en 1990. Con frecuencia tropiezo con este volumen, entonces
releo las palabras que escribió Raúl en la dedicatoria, segura de que no podrá
ser olvidado quien dio tanto amor en sus versos y en las aulas:
Para
que la familia feliz que integran tu esposo, tu joven hijo y tú guarden este
recuerdo de un maestro amigo, aquí les dejo este libro que trata de recoger mi
vida en su parte más importante: niños, jóvenes, maestros, escuelas, militancia
junto a los héroes y mártires y aconteceres de nuestra patria en su vida de
eternal batalla desde que Colón tropezó con ella… Y no me olviden!
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