miércoles, 12 de junio de 2013

El pensamiento martiano y los valores que defendemos


 




“Para mí educar es sembrar valores, inculcar y desarrollar sentimientos, transformar a 
las  criaturas que vienen al mundo con imperativos de la naturaleza, muchas veces contradictorios con las virtudes que más apreciamos, como solidaridad, desprendimiento, valentía, fraternidad 
y otras”.
Fidel castro Ruz





Una introducción necesaria
Leer a José Martí es beber de un manantial inagotable de valores humanos. Su pensamiento, preclaro y profundo, revolucionario y fundador, se refleja en la obra que legó a las nuevas generaciones de cubanos para bien de la patria.
Así, tanto en su poesía como en su prosa, en los artículos publicados en revistas y periódicos, en sus documentos políticos, cartas a familiares, amigos o a los líderes con quienes fraguaba la guerra de independencia, en sus encendidos versos o en esa inigualable publicación, La edad de oro, que dedicó a los niños y niñas con el fin de prepararlos para el futuro, ejerció Martí el magisterio constante, pues no escatimó ni tiempo ni esfuerzo para enseñar a sus compatriotas a distinguir el bien del mal, a inculcar en ellos el amor a Cuba y mostrarles el camino para conquistar la ansiada libertad.
Cuando la isla se estremecía por el dolor y la frustración que ocasionó el nacimiento de una República mediatizada y esclavizada por gobiernos entreguistas, fue el pensamiento del Apóstol la luz que guió a quienes se resistieron al dominio de Estados Unidos y emprendieron la lucha por la emancipación definitiva.   
Carlos Baliño, Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena, José Antonio Echeverría, Frank País… es imposible mencionar en apretadas líneas a todos los que, iluminados por el ejemplo del Héroe Nacional, escribieron hermosas páginas de gloria en la historia patria hasta el enero luminoso en que triunfó la Revolución.
Pero, fue precisamente un grupo de jóvenes intrépidos, pletóricos de sueños y esperanzas, quienes se encargaron de rescatar las enseñanzas del Maestro en el año de su centenario. Para entonces el nombre de Fidel Castro Ruz se pronunciaba con admiración y respeto entre los estudiantes, intelectuales, los obreros y campesinos: comenzaba una nueva etapa en las luchas emancipadoras en Cuba.
Y fue Fidel quien comenzó a preparar una nueva estrategia de lucha armada contra la dictadura. Las acciones se desencadenarían el 26 de julio de 1953, con los asaltos simultáneos a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, concebidos como detonantes de una vasta insurrección popular.
El enfrentamiento armado no constituyó una victoria militar, sin embargo sirvió para despertar muchas conciencias dormidas, demostró que el pueblo estaba dispuesto a todo por alcanzar la libertad y señaló el único camino a seguir para lograr su sueño de independencia.
Las ideas del Maestro cobraron vida no solo en los hechos que protagonizaron los participantes en el asalto, sino también en el alegato La historia me absolverá, documento redactado por Fidel para su autodefensa durante el juicio a los asaltantes y en el cual se refiere al Apóstol como el autor intelectual del histórico suceso.
Desde aquel momento José Martí ha estado presente en cada obra de la Revolución, en cada soldado, en cada obrero o campesino que cumple con su tarea cotidiana, en los médicos y colaboradores internacionalistas, en aquellos que se preparan en las aulas para continuar la construcción de la sociedad a que aspiramos… su ejemplo ha servido de cantera donde se forjan los valores que sostienen nuestra identidad y soberanía.

La Revolución cubana y la educación en valores
La Revolución triunfante colocó en un lugar cimero el pensamiento martiano. Es precisamente su fuerte contenido ético el que nutre, junto a la ideología marxista- leninista y por supuesto fidelista, a  la espiritualidad nacional, que se construye además con el trabajo de cada jornada y el celo con que defendemos nuestras conquistas.   
Justo es reconocer que por mucho tiempo no se trabajó de manera consciente en la educación en valores, sino que se vinculaba con el proceso docente educativo en general y con algunas asignaturas en particular. Así la escuela asumía casi toda la responsabilidad en esta difícil tarea.
Con la caída del campo socialista y el recrudecimiento del bloqueo, los años 90  trajeron para Cuba una crisis económica que golpeó fuertemente amplios sectores de nuestra sociedad.
Las medidas para superar la crisis no se hicieron esperar y entre ellas la despenalización del dólar, la reapertura del mercado agropecuario, la ampliación del trabajo por cuenta propia y el incremento del turismo internacional ocasionaron el deterioro de algunos valores, entre ellos la honestidad, la responsabilidad, la solidaridad, la honradez.
Como consecuencia algunas personas temieron por el futuro del socialismo en Cuba; otras trataron de aprovecharse de la situación que atravesaba el país en beneficio propio; pero, la gran mayoría de los cubanos se creció para poder enfrentar los cambios y salir adelante sin perder una sola de las conquistas del pueblo.      
Es en este momento cuando se hace necesario prestar mayor atención a la educación en valores, tomando en cuenta los diversos factores que participan en dicho proceso: la familia, la ideología imperante en la sociedad, la situación económico- social, la escuela y el entorno social.
Si bien la sociedad cubana se vio sacudida por las dificultades y carencias, el momento resultó una prueba más de la cual la Revolución salió fortalecida. La unidad del pueblo y el apoyo a sus principales líderes, así como las profundas tradiciones históricas y culturales y el enraizamiento de los principales valores que heredamos de nuestros ancestros sirvieron para superar e ir venciendo los obstáculos.
El empeño en rescatar los valores que sufrieron un marcado deterioro durante los primeros años de la década de los 90 ha dado frutos, aunque no podemos conformarnos con lo logrado.
Una de las fortalezas que permitió a la Revolución salir adelante a pesar de la complicada situación interna y externa de aquellos momentos fue el legado martiano en cuanto a los valores que nos hacen crecer como seres humanos y patriotas.             
José Martí y los valores que defendemos
Los valores son determinaciones espirituales que designan la significación positiva de las cosas, hechos, fenómenos, relaciones y sujetos, para un individuo, un grupo o clase social, o la sociedad en su conjunto. [1]
Están condicionados por las relaciones sociales predominantes, constituyen componentes esenciales de la ideología, expresión de la cultura y la historia de una sociedad en una época determinada y de los intereses, puntos de vista, necesidades y contradicciones de los diferentes sujetos.
Se forman en el proceso de interacción entre los hombres y el objeto de su actividad, en la producción y reproducción de su vida material y espiritual.
Teniendo en cuenta estos preceptos y los valores considerados fundamentales en la sociedad cubana actual -dignidad, patriotismo, humanismo, solidaridad, responsabilidad, laboriosidad, honradez, honestidad y justicia- volvemos la mirada hacia la obra martiana para encontrar en ella reflexiones que contribuirán a la formación y fortalecimiento de los valores mencionados.
El estudio de las obras del Apóstol se ha constituido en una necesidad vital desde las más tempranas edades, así por ejemplo los niños hablan de la vida de Martí y se adentran en el conocimiento de su obra a partir de sus versos más conocidos que recitan en las aulas: Cultivo una rosa blanca/ en junio como en enero/ para el amigo sincero/ que me da su mano franca. / Y para el cruel que me arranca/ el corazón con que vivo/ cardo ni ortiga cultivo/ cultivo una rosa blanca.
En realidad toda la obra de nuestro Héroe Nacional educa, aún a los lectores menos avezados en el conocimiento de los valores; en ella aparecen reflejados sus criterios acerca del patriotismo, la honradez, la dignidad, entre otros valores que utiliza con mucha frecuencia, como si a propósito enfatizara cada uno por la importancia que revestían para preparar hombres de bien que fueran útiles a la patria. 
A propósito de este artículo sirvieron para ilustrar algunos pensamientos que aparecen recogidos en el Diccionario del pensamiento martiano[2]:
Sobre la dignidad:
“Porque si las cosas de mi patria me fuera dado preferir un bien a todos los demás, un bien fundamental que de todos los del país fuera base y principio, y sin el que los demás bienes serían falaces e inseguros, ese sería el bien que yo preferiría: Yo quiero que la ley primera de nuestra República sea el culto a la dignidad plena del hombre”.   
“Cuanto no sea compatible con la dignidad humana, caerá”.
Patriotismo:
“El patriotismo es de cuantas se conocen hasta hoy, la levadura mejor, de todas las virtudes humanas”.
“El patriotismo es más bello cuando se muere por él, que cuando se recibe su recompensa”.
“Para mí la Patria, no será nunca triunfo, sino agonía y deber”.
Honradez:
”La honradez no es la debilidad, no es la cobardía, ni es el consejo pusilánime que se pide a los adversarios, ni la resolución que se inspira en lo que los adversarios quieren. La honradez es el vigor en la defensa de lo que se cree, la serenidad ante las exigencias de los equivocados, ante el clamoreo de los soberbios, ante las tormentas que levanten los que entienden mejor su propio provecho que el provecho patrio”.
“No es honrado el que desgarra en la hora de un peligro el seno todavía conmovido de la patria”.
Humanismo:
“La cobardía y la indiferencia no pueden ser nunca las leyes de la humanidad. Es necesario para ser servidos de todos, servir a todos”.
Laboriosidad:
“El trabajo, este dulcísimo consuelo, esta fuente de fuentes, esta fuente de orígenes, este cincel, pincel, creador, evocador, este amigo que une, añade, sonríe, avigora y cura […] El trabajo me place”.
“El trabajo es el aire y el sol de la libertad”.
“El trabajo embellece. Remoza ver a un labriego, a un herrador, o a un marinero. De manejar las fuerzas de la naturaleza, les viene ser hermoso como ellas”.
Honestidad:
“…la verdad no es más que una, y quien la dice cuando los demás tienen miedo de decirla, impera”.
”El que nada quiere para sí, dirá la verdad siempre”.
“La verdad no se razona; se reconoce, se siente y se ama”.
“Se ha de vivir y morir abrazado a la verdad”.
Justicia:
“… solo hay honra en la satisfacción de la justicia”.
“De veras se siente uno mejor haciendo justicia y venerando”.
“De la justicia no tienen que temer nada los pueblos, sino los que se resisten a ejercerla”.
“Mientras que la justicia no esté conseguida, se pelea”.
Martí se refiere en casi todos sus escritos a los valores patriotismo, dignidad y laboriosidad, lo cual se entiende como muestra de su dedicación a la causa justa a la que dedicó toda su vida: la independencia de Cuba; no obstante, como el gran ser humano que fue, también abordó con singular maestría otros que tienen que ver con las relaciones familiares, el amor, la amistad, la necesidad de crecer como persona, de cultivar la inteligencia y aprovechar los elementos inagotables e infatigables de la naturaleza.
De esta manera el estudio de la obra martiana continúa siendo una necesidad permanente en nuestro sistema de enseñanza y en general para cada cubano que pretenda ascender en la escala social por los méritos que nos aportan los valores que defendemos; solo así seremos mejores personas, mejores soldados de la patria, mejores trabajadores, padres, hijos o vecinos... sus enseñanzas nos guían… el futuro tendrá que ser entonces de alegría y esperanza.  

   



[1] Para profundizar  en el tratamiento al tema de los valores se utilizó  el Programa director para el reforzamiento de valores fundamentales en la sociedad cubana actual, publicado en octubre del año 2006 por el Comité Central  del Partido Comunista de Cuba.
[2] Valdés Galarraga, Ramiro, 2002, Diccionario del pensamiento martiano, Editorial  de Ciencias Sociales, La Habana.


LEA MÁS:

No hay comentarios:

Publicar un comentario