“Para mí
educar es sembrar valores, inculcar y desarrollar sentimientos, transformar a
las criaturas que vienen al mundo con imperativos de la naturaleza, muchas
veces contradictorios con las virtudes que más apreciamos, como solidaridad,
desprendimiento, valentía, fraternidad
y otras”.
Fidel castro
Ruz
Una introducción
necesaria
Leer a José Martí es
beber de un manantial inagotable de valores humanos. Su pensamiento, preclaro y
profundo, revolucionario y fundador, se refleja en la obra que legó a las
nuevas generaciones de cubanos para bien de la patria.
Así, tanto en su poesía como en su prosa, en los artículos
publicados en revistas y periódicos, en sus documentos políticos, cartas a
familiares, amigos o a los líderes con quienes fraguaba la guerra de
independencia, en sus encendidos versos o en esa inigualable publicación, La edad de oro, que
dedicó a los niños y niñas con el fin de prepararlos para el futuro, ejerció
Martí el magisterio constante, pues no escatimó ni tiempo ni esfuerzo para enseñar
a sus compatriotas a distinguir el bien del mal, a inculcar en ellos el amor a Cuba y mostrarles el camino para
conquistar la ansiada libertad.
Cuando la isla se estremecía por el dolor y la
frustración que ocasionó el nacimiento de una República mediatizada y
esclavizada por gobiernos entreguistas, fue el pensamiento del Apóstol la luz
que guió a quienes se resistieron al dominio de Estados Unidos y emprendieron
la lucha por la emancipación definitiva.
Carlos Baliño, Julio Antonio Mella,
Rubén
Martínez Villena, José
Antonio Echeverría, Frank
País… es imposible mencionar en apretadas líneas a todos los que,
iluminados por el ejemplo del Héroe Nacional, escribieron
hermosas páginas de gloria en la historia patria hasta el enero luminoso en que
triunfó la Revolución.
Pero, fue precisamente un grupo de jóvenes intrépidos,
pletóricos de sueños y esperanzas, quienes se encargaron de rescatar las enseñanzas
del Maestro en el año de su centenario. Para entonces el nombre de Fidel Castro Ruz se
pronunciaba con admiración y respeto entre los estudiantes, intelectuales, los
obreros y campesinos: comenzaba una nueva etapa en las luchas emancipadoras en
Cuba.
Y fue Fidel quien comenzó a preparar una nueva estrategia
de lucha armada contra la dictadura. Las acciones se desencadenarían el 26 de
julio de 1953, con los asaltos simultáneos a los cuarteles Moncada, en
Santiago de Cuba
y Carlos
Manuel de Céspedes, en Bayamo,
concebidos como detonantes de una vasta insurrección popular.
El enfrentamiento armado no constituyó una victoria
militar, sin embargo sirvió para despertar muchas conciencias dormidas,
demostró que el pueblo estaba dispuesto a todo por alcanzar la libertad y
señaló el único camino a seguir para lograr su sueño de independencia.
Las ideas del Maestro cobraron vida no solo en los hechos
que protagonizaron los participantes en el asalto, sino también en el alegato La historia
me absolverá, documento redactado por Fidel para su autodefensa durante el
juicio a los asaltantes y en el cual se refiere al Apóstol como el autor
intelectual del histórico suceso.
Desde aquel momento José Martí ha estado presente en cada
obra de la Revolución,
en cada soldado, en cada obrero o campesino que cumple con su tarea cotidiana,
en los médicos y colaboradores internacionalistas, en aquellos que se preparan
en las aulas para continuar la construcción de la sociedad a que aspiramos… su
ejemplo ha servido de cantera donde se forjan los valores que sostienen nuestra
identidad y soberanía.
La Revolución cubana y la educación en valores
La Revolución triunfante colocó en un lugar
cimero el pensamiento martiano. Es precisamente su fuerte contenido ético el
que nutre, junto a la ideología marxista- leninista y por supuesto fidelista, a
la espiritualidad nacional, que se
construye además con el trabajo de cada jornada y el celo con que defendemos
nuestras conquistas.
Justo es reconocer que por mucho tiempo no se trabajó de
manera consciente en la educación en valores, sino que se vinculaba con el
proceso docente educativo en general y con algunas asignaturas en particular.
Así la escuela asumía casi toda la responsabilidad en esta difícil tarea.
Con la caída del campo socialista y el recrudecimiento
del bloqueo, los años 90 trajeron para
Cuba una crisis económica que golpeó fuertemente amplios sectores de nuestra
sociedad.
Las medidas para superar la crisis no se hicieron esperar
y entre ellas la despenalización del dólar, la reapertura del mercado
agropecuario, la ampliación del trabajo por cuenta propia y el incremento del turismo
internacional ocasionaron el deterioro de algunos valores, entre ellos la
honestidad, la responsabilidad, la solidaridad, la honradez.
Como consecuencia algunas personas temieron por el futuro
del socialismo en Cuba; otras trataron de aprovecharse de la situación que
atravesaba el país en beneficio propio; pero, la gran mayoría de los cubanos se
creció para poder enfrentar los cambios y salir adelante sin perder una sola de
las conquistas del pueblo.
Es en este momento cuando se hace necesario prestar mayor
atención a la educación en valores, tomando en cuenta los diversos factores que
participan en dicho proceso: la familia, la ideología imperante en la sociedad,
la situación económico- social, la escuela y el entorno social.
Si bien la sociedad cubana se vio sacudida por las
dificultades y carencias, el momento resultó una prueba más de la cual la Revolución salió fortalecida.
La unidad del pueblo y el apoyo a sus principales líderes, así como las
profundas tradiciones históricas y culturales y el enraizamiento de los
principales valores que heredamos de nuestros ancestros sirvieron para superar e
ir venciendo los obstáculos.
El empeño en rescatar los valores que sufrieron un
marcado deterioro durante los primeros años de la década de los 90 ha dado frutos, aunque no
podemos conformarnos con lo logrado.
Una de las fortalezas que permitió a la Revolución salir
adelante a pesar de la complicada situación interna y externa de aquellos
momentos fue el legado martiano en cuanto a los valores que nos hacen crecer
como seres humanos y patriotas.
José Martí y los
valores que defendemos
Los valores son determinaciones espirituales que designan
la significación positiva de las cosas, hechos, fenómenos, relaciones y
sujetos, para un individuo, un grupo o clase social, o la sociedad en su
conjunto. [1]
Están condicionados por las relaciones sociales
predominantes, constituyen componentes esenciales de la ideología, expresión de
la cultura y la historia de una sociedad en una época determinada y de los
intereses, puntos de vista, necesidades y contradicciones de los diferentes
sujetos.
Se forman en el proceso de interacción entre los hombres
y el objeto de su actividad, en la producción y reproducción de su vida
material y espiritual.
Teniendo en cuenta estos preceptos y los valores considerados
fundamentales en la sociedad cubana actual -dignidad, patriotismo, humanismo,
solidaridad, responsabilidad, laboriosidad, honradez, honestidad y justicia- volvemos
la mirada hacia la obra martiana para encontrar en ella reflexiones que
contribuirán a la formación y fortalecimiento de los valores mencionados.
El estudio de las obras del Apóstol se ha constituido en
una necesidad vital desde las más tempranas edades, así por ejemplo los niños
hablan de la vida de Martí y se adentran en el conocimiento de su obra a partir
de sus versos más conocidos que recitan en las aulas: Cultivo una rosa blanca/
en junio como en enero/ para el amigo sincero/ que me da su mano franca. / Y
para el cruel que me arranca/ el corazón con que vivo/ cardo ni ortiga cultivo/
cultivo una rosa blanca.
En realidad toda la obra de nuestro Héroe Nacional educa,
aún a los lectores menos avezados en el conocimiento de los valores; en ella
aparecen reflejados sus criterios acerca del patriotismo, la honradez, la
dignidad, entre otros valores que utiliza con mucha frecuencia, como si a
propósito enfatizara cada uno por la importancia que revestían para preparar
hombres de bien que fueran útiles a la patria.
A propósito de este artículo sirvieron para ilustrar algunos
pensamientos que aparecen recogidos en el Diccionario del pensamiento martiano[2]:
Sobre la dignidad:
“Porque si las cosas de mi patria me fuera dado preferir
un bien a todos los demás, un bien fundamental que de todos los del país fuera
base y principio, y sin el que los demás bienes serían falaces e inseguros, ese
sería el bien que yo preferiría: Yo quiero que la ley primera de nuestra República
sea el culto a la dignidad plena del hombre”.
“Cuanto no sea compatible con la dignidad humana, caerá”.
Patriotismo:
“El patriotismo es de cuantas se conocen hasta hoy, la
levadura mejor, de todas las virtudes humanas”.
“El patriotismo es más bello cuando se muere por él, que
cuando se recibe su recompensa”.
“Para mí la
Patria, no será nunca triunfo, sino agonía y deber”.
Honradez:
”La honradez no es la debilidad, no es la cobardía, ni es
el consejo pusilánime que se pide a los adversarios, ni la resolución que se
inspira en lo que los adversarios quieren. La honradez es el vigor en la
defensa de lo que se cree, la serenidad ante las exigencias de los equivocados,
ante el clamoreo de los soberbios, ante las tormentas que levanten los que
entienden mejor su propio provecho que el provecho patrio”.
“No es honrado el que desgarra en la hora de un peligro
el seno todavía conmovido de la patria”.
Humanismo:
“La cobardía y la indiferencia no pueden ser nunca las
leyes de la humanidad. Es necesario para ser servidos de todos, servir a
todos”.
Laboriosidad:
“El trabajo, este dulcísimo consuelo, esta fuente de
fuentes, esta fuente de orígenes, este cincel, pincel, creador, evocador, este
amigo que une, añade, sonríe, avigora y cura […] El trabajo me place”.
“El trabajo es el aire y el sol de la libertad”.
“El trabajo embellece. Remoza ver a un labriego, a un
herrador, o a un marinero. De manejar las fuerzas de la naturaleza, les viene
ser hermoso como ellas”.
Honestidad:
“…la verdad no es más que una, y quien la dice cuando los
demás tienen miedo de decirla, impera”.
”El que nada quiere para sí, dirá la verdad siempre”.
“La verdad no se razona; se reconoce, se siente y se
ama”.
“Se ha de vivir y morir abrazado a la verdad”.
Justicia:
“… solo hay honra en la satisfacción de la justicia”.
“De veras se siente uno mejor haciendo justicia y
venerando”.
“De la justicia no tienen que temer nada los pueblos,
sino los que se resisten a ejercerla”.
“Mientras que la justicia no esté conseguida, se pelea”.
Martí se refiere en casi todos sus escritos a los valores
patriotismo, dignidad y laboriosidad, lo cual se entiende como muestra de su
dedicación a la causa justa a la que dedicó toda su vida: la independencia de
Cuba; no obstante, como el gran ser humano que fue, también abordó con singular
maestría otros que tienen que ver con las relaciones familiares, el amor, la amistad,
la necesidad de crecer como persona, de cultivar la inteligencia y aprovechar
los elementos inagotables e infatigables de la naturaleza.
De esta manera el estudio de la obra martiana continúa
siendo una necesidad permanente en nuestro sistema de enseñanza y en general
para cada cubano que pretenda ascender en la escala social por los méritos que
nos aportan los valores que defendemos; solo así seremos mejores personas,
mejores soldados de la patria, mejores trabajadores, padres, hijos o vecinos...
sus enseñanzas nos guían… el futuro tendrá que ser entonces de alegría y
esperanza.
[1] Para profundizar en el tratamiento
al tema de los valores se utilizó el Programa
director para el reforzamiento de valores fundamentales en la sociedad cubana
actual, publicado en octubre del año 2006 por el Comité Central del Partido Comunista de Cuba.
[2] Valdés Galarraga, Ramiro, 2002, Diccionario del
pensamiento martiano, Editorial de
Ciencias Sociales, La Habana.
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