Giustino di Celmo/ Foto Cubadebate |
Los tontos dicen que Fabio estaba «en el momento y el lugar equivocados»; los ingenuos aseguran que «la cosa era para él» y eso por la manera casi cronométrica en la que se dieron sus pasos desde la habitación, el pasillo, el ascensor, la bomba….
Los dolidos, los tristes, los más, yo creo que entendemos que la saña no tuvo límites y la ira ante la verdad infinita de este país, tampoco; irrespetaron sobremanera la vida de cualquiera que estuviera en el camino, en el Copacabana, por amor al odio.
Pero no son estas líneas escritas para Fabio y los acertijos de su muerte aquel día de 1997, son para un padre sin consuelo hasta el minuto final que se despidió de la vida sin ver justicia completa, sin dejar de exigirla y que apostó por acompañar a este país hasta el último de sus días, a pesar de los pesares.
Y no fueron pocos, nunca deben ser pocos los pesares de cualquier amanecer cuando se pierde a un hijo joven, repleto de sueños, lleno de ganas, presto a conquistar.
Giustino quedó en la Isla desde ese año, por decisión personal; y por esa misma razón ingresó al Partido Comunista de Cuba, batalló por Los Cinco, denunció a Posada Carriles hasta el cansancio y acompañó a quienes lo hicieron a su lado por Barbados, por otros muertos, por amor…
Murió anoche, a los 94 años y yo veo su foto y pienso en mi hijo, en el fútbol, en Fabio, en aquel ballet y otra vez me da rabia y tristeza y miedo y esperanza. No se le hizo justicia en vida. La lucha por su llanto: debe seguir.
Publicado en Tiempo 21, por Esther de la Cruz Castillejo
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