Mi vecina Lídice tiene un patio de
ensueño. Sin ser demasiado grande, ese espacio que asemeja un remanso, atesora
plantas de diversos tipos: mango, anoncillo, limón, especias, algunas
medicinales, y la mayoría ornamentales.
Distribuidas por las manos sabias
de Lídice -y de Melania, su mamá-malanguitas, helechos, begonias, orquídeas, dan
colorido y belleza al lugar, bien delimitado por un separador improvisado que
ubica de un lado las simplemente decorativas, y del otro las que dan frutos
para comer; aunque, en algún rincón, unas y otras se funden como en un abrazo.
Para quienes las conocen, saben
que las primeras son cuidadas con esmero por la joven, y las segundas son de la
anciana, que a sus 80 años aún las riega y las cuida como si fueran seres
humanos.
Lídice es una joven trabajadora y
perseverante, amiga sincera, servicial y alegre. A pesar de serios problemas de
salud, se graduó en 2012 de Licenciada en Estudios Socioculturales y no hay
libro, revista ni periódico cerca de ella que no sea objeto de su atención,
pues “debemos saber de todo y estar bien informados”.
Lídice en plena faena. |
Los días en que el anoncillo y la
mata de mango mudan las hojas, la escoba parece una extensión de sus brazos, y
mientras más fuerte es el viento y más hojas caen al suelo, más dedicación y
optimismo derrocha la jardinera.
Melania supo de carencias y pasar
mucho trabajo en su juventud, por eso, dice, ella prefiere sembrar y cuidar las
que sirven para alimentarse.
A pesar de los dolores propios de
la edad, a menudo la encuentras arrancando las malas hierbas, mientras señala
orgullosa sus plantas preferidas: el tilo, llantén, orégano y cilantro entre
ellas, algunas las utiliza en remedios caseros, otras sazonan su comida y en
general contribuyen a la economía familiar.
Ambas se han propuesto incrementar
su huerto con plantas llegadas casi siempre de la buena voluntad y el aprecio
de mucha gente que sabe de su pasión por el cultivo.
Asimismo dan ejemplo y consejo
para que otros se sumen a esta actividad que, además de ser muy útil, recrea y
combate el estrés.
La casa identificada con el número
38, en la calle Rubí, esquina Maceo, en la ciudad de Las Tunas, recibe
innumerables visitas cada día, familiares, amistades o simples conocidos llegan
hasta allí en busca de cariño y afecto, sentimientos que abundan en cualquier
época del año en el hogar de Lídice y Melania.
Y para asombro del visitante
reciente o de personas atadas a prejuicios sociales, a la sombra del anoncillo
y contemplando la nueva variedad de begonias que hay en el patio se conversa
mejor, y pasa el tiempo sin sentirlo, sobre todo si bate ese vientecillo fresco
y juguetón de las tardes estivales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario