viernes, 7 de agosto de 2015

El patio de Lídice



Mi vecina Lídice tiene un patio de ensueño. Sin ser demasiado grande, ese espacio que asemeja un remanso, atesora plantas de diversos tipos: mango, anoncillo, limón, especias, algunas medicinales, y la mayoría ornamentales.
Distribuidas por las manos sabias de Lídice -y de Melania, su mamá-malanguitas, helechos, begonias, orquídeas, dan colorido y belleza al lugar, bien delimitado por un separador improvisado que ubica de un lado las simplemente decorativas, y del otro las que dan frutos para comer; aunque, en algún rincón, unas y otras se funden como en un abrazo.
Para quienes las conocen, saben que las primeras son cuidadas con esmero por la joven, y las segundas son de la anciana, que a sus 80 años aún las riega y las cuida como si fueran seres humanos.
Lídice es una joven trabajadora y perseverante, amiga sincera, servicial y alegre. A pesar de serios problemas de salud, se graduó en 2012 de Licenciada en Estudios Socioculturales y no hay libro, revista ni periódico cerca de ella que no sea objeto de su atención, pues “debemos saber de todo y estar bien informados”.
Lídice en plena faena.
Los días en que el anoncillo y la mata de mango mudan las hojas, la escoba parece una extensión de sus brazos, y mientras más fuerte es el viento y más hojas caen al suelo, más dedicación y optimismo derrocha la jardinera.
Melania supo de carencias y pasar mucho trabajo en su juventud, por eso, dice, ella prefiere sembrar y cuidar las que sirven para alimentarse.
A pesar de los dolores propios de la edad, a menudo la encuentras arrancando las malas hierbas, mientras señala orgullosa sus plantas preferidas: el tilo, llantén, orégano y cilantro entre ellas, algunas las utiliza en remedios caseros, otras sazonan su comida y en general contribuyen a la economía familiar.

Ambas se han propuesto incrementar su huerto con plantas llegadas casi siempre de la buena voluntad y el aprecio de mucha gente que sabe de su pasión por el cultivo.
Asimismo dan ejemplo y consejo para que otros se sumen a esta actividad que, además de ser muy útil, recrea y combate el estrés.
La casa identificada con el número 38, en la calle Rubí, esquina Maceo, en la ciudad de Las Tunas, recibe innumerables visitas cada día, familiares, amistades o simples conocidos llegan hasta allí en busca de cariño y afecto, sentimientos que abundan en cualquier época del año en el hogar de Lídice y Melania.
Y para asombro del visitante reciente o de personas atadas a prejuicios sociales, a la sombra del anoncillo y contemplando la nueva variedad de begonias que hay en el patio se conversa mejor, y pasa el tiempo sin sentirlo, sobre todo si bate ese vientecillo fresco y juguetón de las tardes estivales.




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