sábado, 6 de junio de 2015

Cultivar el amor desde la familia, garantía de felicidad





Cultivar el amor desde la familia, garantía de felicidad  
Por estos días, mucho se habla del amor, y una condición indispensable para que el divino sentimiento exista en los individuos es que lo haya aprendido desde la cuna.

Y, claro que no exagero. La capacidad de amar es resultado del desarrollo afectivo del ser humano durante los primeros años de su vida. El desarrollo afectivo es un proceso continuo y secuencial, desde la infancia hasta la edad adulta.

A pesar de que el hombre posee una capacidad innata para amar, el crecimiento y la vivencia del amor se realiza a través de la experiencia que va adquiriendo a lo largo de toda su vida. En el contexto individual de cada persona, esta experiencia se ubica en su familia.

Los hijos tienen las primeras nociones del amor cuando lo reciben de sus padres, y es en el seno del hogar donde aprenden a mantenerlo por encima de diferencias y cualidades personales más o menos relevantes.

Por eso, quienes provienen de una familia unida y afectiva, tienen mayores posibilidades de cultivar todas las virtudes: el respeto, que es el guardián del amor, la honradez, la generosidad, la responsabilidad, el amor al trabajo, la gratitud, etc.

El amor que aprendemos en familia se traduce a la sociedad en nuestras acciones. Desde niños sabremos comportarnos y ser solidarios, honrados, trabajadores, íntegros, en la misma medida en que nuestros mayores hayan dado ejemplo de amor y confianza en el núcleo familiar.

En este sentido, siempre será una buena premisa para educar mejor a los hijos, mantener la unión del matrimonio con el amor, el cariño y afecto que en cualquier etapa de la unión conyugal prevalezcan, es decir, encontramos parejas unidas tras muchos años de casados, y eso no constituye razón para el desapego o la falta de respeto.

En la vida moderna, muchos jóvenes llegan a enamorarse y hasta se casan sin apenas conocerse. En el mejor de los casos, luego de la primera impresión descubren que no se amaban tanto como pensaban y se separan.

La cantidad de divorcios aumenta por día y con ello los hijos de padres separados, quienes sufren las consecuencias de la incomprensión, el dolor, el rechazo, las discusiones… No es saludable entonces, precipitarse a la hora de tomar una decisión tan importante como la de casarse o tener hijos a temprana edad.

Es preferible disfrutar sanamente la juventud, y luego asumir la responsabilidad de la familia y los hijos. Eso también se aprende en familia y con buenos ejemplos.

No olvide: el amor en la familia es la fuerza que la mantiene unida y la fortalece para que tanto las relaciones de pareja como las relaciones entre padres e hijos puedan crecer y desarrollarse plenamente.

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